1'Poemas de los dones', de José Luis Borges.
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
2'Libro extraño', de Rubén Darío.
Libros extraños que halagáis a la mente
en un lenguaje inaudito y tan raro,
y de que lo más puro y lo más caro
hacéis brotar la misteriosa fuente.
en un lenguaje inaudito y tan raro,
y de que lo más puro y lo más caro
hacéis brotar la misteriosa fuente.
3'Quisiera que mi libro', de Juan Ramón Jiménez.
Quisiera que mi libro
fuese, como es el cielo por la noche,
todo verdad presente, sin historia.
Que, como él, se diera en cada instante,
todo, con todas sus estrellas; sin
que, niñez, juventud, vejez, quitaran
ni pusieran encanto a su hermosura inmensa.
¡Temblor, relumbre, música
presentes y totales!
¡Temblor, relumbre, música en la frente
-cielo del corazón- del libro puro!
fuese, como es el cielo por la noche,
todo verdad presente, sin historia.
Que, como él, se diera en cada instante,
todo, con todas sus estrellas; sin
que, niñez, juventud, vejez, quitaran
ni pusieran encanto a su hermosura inmensa.
¡Temblor, relumbre, música
presentes y totales!
¡Temblor, relumbre, música en la frente
-cielo del corazón- del libro puro!
4'Las Comedias', de Calderón de la Barca.
Discreto amigo es un libro:
¡qué a propósito habla
siempre en lo que quiero yo,
siempre en lo que yo no quiero…!
¡qué a propósito habla
siempre en lo que quiero yo,
siempre en lo que yo no quiero…!
5'Jardín de invierno', de Pablo Neruda.
Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis gerruinaciones.
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis gerruinaciones.
6'Don Libro está helado', de Gloria Fuertes.
Estaba el señor don Libro
Sentadito en su sillón,
con un ojo pasaba la hoja
con el otro ve televisión.
Sentadito en su sillón,
con un ojo pasaba la hoja
con el otro ve televisión.
Estaba el señor don Libro
Aburrido en su sillón,
Esperando a que viniera... (a leerle)
Algún pequeño lector.
Aburrido en su sillón,
Esperando a que viniera... (a leerle)
Algún pequeño lector.
Don Libro era un tío sabio,
que sabía de luna y de sol,
que sabía de tierras y mares,
de historias y aves,
de peces de todo color.
que sabía de luna y de sol,
que sabía de tierras y mares,
de historias y aves,
de peces de todo color.
Estaba el señor don Libro,
tiritando de frío en su sillón,
vino un niño, lo cogió en sus manos
y el libro entró en calor.
tiritando de frío en su sillón,
vino un niño, lo cogió en sus manos
y el libro entró en calor.
7'Por fuertes y fronteras', de Luis Alberto de Cuenca.
Qué sería de mí sin vosotros,
tiranos y, a la vez, embajadores,
de la imaginación,
verdugos del deseo
y, al mismo tiempo, mensajeros suyos,
libros llenos de cosas deplorables
y de cosas sublimes,
a los que odiar
o por los que morir.
tiranos y, a la vez, embajadores,
de la imaginación,
verdugos del deseo
y, al mismo tiempo, mensajeros suyos,
libros llenos de cosas deplorables
y de cosas sublimes,
a los que odiar
o por los que morir.
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