lunes, 23 de febrero de 2015

DECÁLOGO DEL BUEN LECTOR




DECÁLOGO DEL BUEN LECTOR
  • 1. No existe un lector tipo. Existen distintos tipos de editoriales con necesidades y públicos diversos.
  • 2. No hay "cualificaciones" específicas sino "cualidades" necesarias: intuitivo, objetivo, con sentido crítico, con confianza en su propio criterio y adicto a las letras.
  • 3. No hay que ser un intelectual ni un gran pensador para ser lector de editorial. Hay que ser un consumidor de libros.
  • 4. El lector es el primer y más importante filtro para un texto. Su valoración es determinante. El informe de lectura es una herramienta imprescindible en la cadena editorial.
  • 5. Hay Best Sellers que hasta están bien escritos. Hay incluso lectores que leen para entretenerse. Calidad literaria no siempre significa calidad comercial.
  • 6. Escribir no es una afición, es una profesión. Leer para una editorial es un trabajo, no siempre es divertido aunque en ocasiones resulte apasionante.
  • 7. Un lector no debe mostrarse a sí mismo en sus informes, debe exponer la obra de otro a un tercero que no la ha leído y darle razones objetivas para que acepte publicarlo o decida rechazarlo.
  • 8. Un lector editorial no es un crítico literario. Sus informes van dirigidos a sola persona concreta y son confidenciales. Nunca se muestran al autor ni se indica la identidad del lector.
  • 9. El lector tipo no debe reflejar sus gustos literarios, sino entender para quién trabaja y qué tipo de libros publica su editorial.
  • 10. Los editores no dirigen una institución benéfica sino una empresa. El lector debe ser muy exigente en sus juicios.

No existe un lector tipo, es decir, no existe un CV de lector tipo. Las condiciones para serlo no son exactamente traspasables a un retrato profesional. Podría decirse que se precisan más "cualidades" que "cualificaciones".
El lector profesional proviene de profesiones y actividades de lo más variopintas: hay filólogos, periodistas, profesores, amas de casa, informáticos, estudiantes... Las edades varían desde los veintipocos hasta los 60 años.
Estadísticamente es cierto que hay más mujeres lectoras que hombres. Las razones de este desfase entre sexos varían pero en general, podría decirse que la principal es económica. El trabajo de lector está mal pagado y requiere paciencia, es decir que hace falta que quien lo realice no dependa exclusivamente de los ingresos de la lectura para subsistir y tenga tiempo. Desgraciada o afortunadamente estas dos condiciones suelen darse más en las mujeres que en los hombres, pero también es cierto que dado que el comprador de libros es mayoritariamente femenino, los editores suelen confiar más en la opinión de una mujer a la hora de considerar la publicación de un libro.
Un editor me dijo una vez que el lector que todas las editoriales buscan es alguien intuitivo, objetivo, con sentido crítico, con confianza en su propio criterio y sobre todo, que sea un amante de las letras, pero no necesariamente que quiera él mismo ser escritor. Yo añadiría que esto último sería más un hándicap que una ventaja. Primero, porque acabará perdiendo cualquier vocación de escribir y segundo porque necesariamente le resultará muy difícil ser objetivo.
A las condiciones anteriores yo incluiría que hay que tener muchísima paciencia, poca vida social y unas necesidades económicas mínimas. Además, mucha modestia. El lector tipo no debe reflejar sus gustos literarios, sino entender para quién trabaja y qué tipo de libros publica su editorial. En general, los lectores muy exquisitos sólo pueden trabajar para editoriales minoritarias. Es decir, no hay que ser un intelectual para ser lector editorial, hay que ser un comprador de libros, alguien de criterio abierto que puede disfrutar con Guerra y Paz pero que también pueda divertirse leyendo en la playa el Código Da Vinci o Los Pilares de la Tierra. Ah, y que te guste ir a las librerías, darte una vuelta por la sección de libros de los grandes almacenes, la FNAC, mirar en internet la página de la Casa del Libro...
Un lector no debe expresarse a sí mismo en un informe, sino que debe explicar un libro a alguien que no lo ha leído. En todo caso, la sintonía entre el editor y el lector es la clave. Hay un asunto que no por evidente debe dejar de ser resaltado.
EL LECTOR NO ES UN CRÍTICO LITERARIO. No debe buscar su propio lucimiento sino la eficacia, es decir, transmitir al editor datos que faciliten su decisión. Un informe es una herramienta, no un fin en sí mismo.

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